Era exactamente medianoche cuando Colleen Burns, de Nueva York, abrió
los ojos y miró con sorpresa a los médicos que creían que había muerto y
estaban a punto de extirparle los órganos para donarlos a pacientes en
lista de espera de trasplante.
A pesar de que la historia sucedió hace unos años, los detalles se
han conocido hace tan solo unos días, cuando se probó la culpabilidad de
los médicos. Según el informe oficial, los peritos del Departamento de
Salud y Servicios Humanos de EE.UU. han confirmado que los doctores
cometieron una serie de errores muy graves, esencialmente la
certificación de la muerte cuando la mujer estaba viva. Los expertos
mantienen que los enfermeros ignoraron los signos de recuperación que
mostraba Burns tras una sobredosis: apretaba los dedos de los pies y
movía la nariz, la boca y la lengua.
“La paciente no sufrió ni una parada cardiorrespiratoria —como se había
registrado— ni daño cerebral irreversible. La paciente no cumplía los
criterios para la extirpación de los órganos”, concluye el informe.
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